En ocasiones la iconografía se nos muestra como un lenguaje revelador compuesto por imágenes y sus asociaciones. La información que este lenguaje contiene está, unas veces, encerrada tras una fuerte carga simbólica, pero otras, sin embargo, es explícita -como si la mejor forma de ocultar algo fuera exponerlo a primera vista o tal vez, porque no haya necesidad de ocultación, y nos muestra, tal cual, lo que vemos. Unos pocos ejemplos iniciales bastarán para ilustrar lo que digo. A medida que avancen ésta y otras investigaciones se irá ampliando el repertorio.
El arte cretense: imágenes entópticas y cultos extáticos al árbol sagrado.
Gran parte de la iconografía del arte minoico, particularmente en las escenas grabadas sobre algunas gemas que formaban parte de anillos/sellos, se caracteriza por una combinación de motivos que sugieren episodios de éxtasis y adoración, y en donde, muchas veces, junto a una diosa se representa un árbol o una planta de carácter sagrado. En otras ocasiones, la planta o el árbol, trazado tan esquemáticamente que no es posible su identificación, parece estar situada sobre un altar, lo que sugiere algún tipo de culto a estos vegetales.
La iconografía minoica también abunda en el repertorio de la “diosa con serpientes” y son asimismo frecuentes las imágenes llamadas eideticas, propias de los niños, que son capaces de reproducirlas con asombrosa exactitud, así como de las visiones inducidas por los alucinógenos, como la mescalina y otros.
En los años treinta del pasado siglo, el arqueólogo alemán G. A. S. Snijder (1936) se mostró como un auténtico precursor de los estudiosos de los enteógenos al relacionar muchas de estas imágenes y escenas así como la decoración de algunas cerámicas minoicas con estados inducidos por la ingestión de plantas psicoactivas. A menudo, en efecto, los motivos decorativos del arte cretense nos recuerdan las llamadas imágenes entópticas, como en este vaso procedente de Festos (1800 a. C.), del llamado estilo de Kamares.
Pero su trabajo sobre todo ello, una sección del capítulo sexto de su magistral libro sobre el arte cretense, ha pasado posteriormente desapercibido para casi todo aquel interesado en el tema, hasta que finalmente ha sido rescatado y reivindicado por S. J. Thompson
En este punto es preciso destacar el complejo simbolismo de la serpiente, ya que este animal aparece frecuentemente asociado a las divinidades femeninas cretenses. En la Antigüedad las serpientes están muy a menudo relacionadas con las toxinas y venenos, sobre todo vegetales, ya que se consideraba que podían tomar su veneno de las plantas, así como trasmitirlo a ellas (Nicandro, Alexipharmaca, 521-525). El hecho de que mudaran la piel era, por otra parte, interpretado como un símbolo de muerte y resurrección espiritual. Por ello se las asociaba también con frecuencia con la inmortalidad, y, por supuesto con el Arbol de la Vida. Pero también se las relacionaba con los hongos y se pensaba que éstos podían adquirir la toxina de la serpiente si esta se encontraba cerca. Como señala Plinio (Nat. Hist., XXII, 95):
“No es difícil ver el razonamiento que está detrás de la vieja relación entre la serpiente y el hongo que ha tenido un papel tan grande en las creencias populares sobre los hongos y en los mitos. Ambos surgen de agujeros en el suelo de forma semejante al miembro viril que despierta al impulso sexual, y ambos llevan en sus cabezas un fuerte veneno que los antiguos creían que podían trasmitirse entre sí”.
Ahora podemos comprender mejor el fuerte simbolismo sexual de las serpientes y su relación con rituales extáticos de fertilidad, como los que parece describir el arte minoico. La serpiente, animal mágico por excelencia, representa al mismo tiempo la muerte, por lo que muchas veces encarna el Caos primordial al que el mundo puede volver si se perturba el orden divino, y la resurrección tanto por el cambio de piel como por su asociación a las toxinas que una diferencia de dosis puede convertir en un veneno mortal o en un remedio salutífero, por lo que si bien mata también puede sanar, corporal y espiritualmente. Por otra parte, la resurrección invoca la inmortalidad y este es un rasgo propio de la divinidad. En su relación con los hongos y las plantas mágicas, de las que se creía que poseían el espíritu de un dios, la serpiente se nos aparece claramente como un animal extático y, en cierta medida, divino.
También es bien conocido el papel que desempeñan las serpientes en las visiones producidas por alucinógenos en contextos chamánicos. Una alucinación serpentina brillante es asimismo una de las reacciones naturales del cerebro humano al sufrir una falta grave de oxígeno. El mismo Plinio (Nat. Hist, XXIV, 163) afirma que la planta llamada precisamente ophiousa, tal vez el peganum harmala, que crecía en Elefantina, en Egipto, así como en Mauritania:
“...provoca tan terribles visiones de serpientes amenazantes que este temor conduce al suicidio”.
A partir de estos datos algunos autores consideran que la iconografía de las serpientes en determinados contextos simboliza el enteógeno que induce la muerte del ego y su resurrección espiritual.
El loto egipcio.
Un caso especial es el que corresponde a la más representativa de las plantas nilóticas, el loto (Nymphaea lotus) que era considerada por los antiguos egipcios una planta sagrada que simbolizaba la inmortalidad y la resurrección. Durante mucho tiempo, primero los botánicos y luego los egiptólogos han ignorado sus propiedades farmacológicas, señaladas sin embargo en el Papiro Ebers, pero lo cierto es que contiene potentes alcaloides narcóticos, aphomorphina, nympherina, nuciferina, nupharidina y alfa-nupharidina, tanto en las flores como en los rizomas, que no son disolubles en agua sino en alcohol. Dioscórides (De mat. med., III, 142) habla de sus efectos narcóticos como inductor de sueños. Los alcaloides del loto pueden llegar a tener propiedades psicoactivas para inducir alucinaciones o un tipo de sueño muy vívido. Al parecer, la mayor concentración de alcaloides psicocativos se da en las yemas y en el rizoma de la planta y se ha reportado su carácter acumulativo, de tal manera que un uso continuado provocaría mayores efectos.
La asociación del vino y del loto es particularmente frecuente en Egipto durante el Imperio Nuevo. La iconografía nos muestra las jarras de vino rodeadas de sus flores. En ocasiones la flor de loto se halla suspendida encima del recipiente y otras veces se encuentra en el cuello de este. Otras veces las escenas de banquetes muestran como jóvenes sirvientas mezclan el contenido de pequeñas jarritas en recipientes para beber mucho más grandes. Como ha sido observado (Harer, 1985), esto podría ser un indicio de que los antiguos egipcios elaboraban un licor de propiedades narcóticas con los alcaloides del loto. Frecuentemente aparece asociada a la mandrágora y a la adormidera. Su presencia en diversos rituales de carácter extático, como ocurre tambien en el mundo maya, está bien documentada en las pinturas de las tumbas egipcias y en algunos escritos sagrados y mágicos, como el Papiro de Ani, más conocido como el "Libro de la Muerte" lo que refuerza la hipótesis de su utilización por sus propiedades psicoactivas (W. A. Embodem, "The Sacred Narcotic Lily of the Nile: Nymphaea caerulea", Ecomomic Botany, 32, 4, 1978, pp. 395-407; E. Bertol et al., "Nymphaea cults in ancient Egypt and the New World: a lesson in empirical pharmacology", Journal of the Royal Society of Medicine, 97, 2004, pp. 84.85).
En esta ocasión, ha sido el conocimiento farmacológico de las propiedades de la planta lo que ha permitido una lectura, en clave enteógenica (Emboden, 1981 y 1989), de algunas de sus manifestaciones iconográficas, que sin duda no resultaban ningún secreto para los antiguos egipcios. Pero en otros casos el proceso puede realizarse a la inversa.
Sellos de Ugarit: arbol de la vida y brebajes divinos.
En una colección de sellos procedentes de la antigua Ugarit, hoy en el Museo de Damasco, encontramos algunas representaciones inesperadas. Junto a motivos que se repiten con una cierta frecuencia, como es el Alrbol de la Vida, acompañado de genios, dioses y otras criaturas maravillosas, uno de estos sellos, del denominado "old syrian I style" presenta una escena en la que una divinidad, sentada en su trono bebe ante un altar coronado por un toro y en presencia de otro personaje, tal vez un sacerdote, que sostiene en su mano un recipiente del que parecen brotar círculos (¿tal vez planetas?) culminados por un creciente lunar invertido (C.F.A. Schafer-Forrer, Corpus I. Des Cylindres Sceaux de Ras Shamra -Ugarit et d' Enkomi-Alasia, Paris, 1983, fig. 15 ).
Toda la escena sugiere un ritual del que forma parte una bebida propia de los dioses, que por lo demás, es consumida a la manera del Próximo Oriente, como si de cerveza se tratara, mediante un largo tubo flexible que se introduce en el recipiente. Pero ¿es la cerveza la bebida adecuada para las divinidades?. Nada de eso leemos en los mitos ugaríticos y cananeos, tanto el ciclo de Baal como el de El, donde sin embargo se pondera una y otra vez el vino como bebida habitual de los dioses. Luego, si no es cerveza ¿de que otra bebida se trata?. Tal vez la respuesta esté en otra escena de un sello de la misma colección, donde un personaje sentado bebe de la misma forma mientras a sus espaldas se desarrolla una escena protagonizada por animales mitológicos. Delante de él otro personaje sostiene un estandarte y lo que parece un zurrón o una bolsa y toda la escena está presidida por un círculo solar, que pone de manifiesto su carácter sagrado.
Es la presencia de los animales mitológicos lo que me hace sospechar propiedades visionarias en la bebida que apura el personaje sentado. En esta ocasión, hemos recorrido un camino inverso. El análisis iconográfico nos permite sugerir la existencia de un brebaje enteógeno, si bien desconocemos todo acerca de su composición y principios activos.
El arte cretense: imágenes entópticas y cultos extáticos al árbol sagrado.
Gran parte de la iconografía del arte minoico, particularmente en las escenas grabadas sobre algunas gemas que formaban parte de anillos/sellos, se caracteriza por una combinación de motivos que sugieren episodios de éxtasis y adoración, y en donde, muchas veces, junto a una diosa se representa un árbol o una planta de carácter sagrado. En otras ocasiones, la planta o el árbol, trazado tan esquemáticamente que no es posible su identificación, parece estar situada sobre un altar, lo que sugiere algún tipo de culto a estos vegetales.
La iconografía minoica también abunda en el repertorio de la “diosa con serpientes” y son asimismo frecuentes las imágenes llamadas eideticas, propias de los niños, que son capaces de reproducirlas con asombrosa exactitud, así como de las visiones inducidas por los alucinógenos, como la mescalina y otros.
En los años treinta del pasado siglo, el arqueólogo alemán G. A. S. Snijder (1936) se mostró como un auténtico precursor de los estudiosos de los enteógenos al relacionar muchas de estas imágenes y escenas así como la decoración de algunas cerámicas minoicas con estados inducidos por la ingestión de plantas psicoactivas. A menudo, en efecto, los motivos decorativos del arte cretense nos recuerdan las llamadas imágenes entópticas, como en este vaso procedente de Festos (1800 a. C.), del llamado estilo de Kamares.
Pero su trabajo sobre todo ello, una sección del capítulo sexto de su magistral libro sobre el arte cretense, ha pasado posteriormente desapercibido para casi todo aquel interesado en el tema, hasta que finalmente ha sido rescatado y reivindicado por S. J. Thompson
En este punto es preciso destacar el complejo simbolismo de la serpiente, ya que este animal aparece frecuentemente asociado a las divinidades femeninas cretenses. En la Antigüedad las serpientes están muy a menudo relacionadas con las toxinas y venenos, sobre todo vegetales, ya que se consideraba que podían tomar su veneno de las plantas, así como trasmitirlo a ellas (Nicandro, Alexipharmaca, 521-525). El hecho de que mudaran la piel era, por otra parte, interpretado como un símbolo de muerte y resurrección espiritual. Por ello se las asociaba también con frecuencia con la inmortalidad, y, por supuesto con el Arbol de la Vida. Pero también se las relacionaba con los hongos y se pensaba que éstos podían adquirir la toxina de la serpiente si esta se encontraba cerca. Como señala Plinio (Nat. Hist., XXII, 95):
“No es difícil ver el razonamiento que está detrás de la vieja relación entre la serpiente y el hongo que ha tenido un papel tan grande en las creencias populares sobre los hongos y en los mitos. Ambos surgen de agujeros en el suelo de forma semejante al miembro viril que despierta al impulso sexual, y ambos llevan en sus cabezas un fuerte veneno que los antiguos creían que podían trasmitirse entre sí”.
Ahora podemos comprender mejor el fuerte simbolismo sexual de las serpientes y su relación con rituales extáticos de fertilidad, como los que parece describir el arte minoico. La serpiente, animal mágico por excelencia, representa al mismo tiempo la muerte, por lo que muchas veces encarna el Caos primordial al que el mundo puede volver si se perturba el orden divino, y la resurrección tanto por el cambio de piel como por su asociación a las toxinas que una diferencia de dosis puede convertir en un veneno mortal o en un remedio salutífero, por lo que si bien mata también puede sanar, corporal y espiritualmente. Por otra parte, la resurrección invoca la inmortalidad y este es un rasgo propio de la divinidad. En su relación con los hongos y las plantas mágicas, de las que se creía que poseían el espíritu de un dios, la serpiente se nos aparece claramente como un animal extático y, en cierta medida, divino.
También es bien conocido el papel que desempeñan las serpientes en las visiones producidas por alucinógenos en contextos chamánicos. Una alucinación serpentina brillante es asimismo una de las reacciones naturales del cerebro humano al sufrir una falta grave de oxígeno. El mismo Plinio (Nat. Hist, XXIV, 163) afirma que la planta llamada precisamente ophiousa, tal vez el peganum harmala, que crecía en Elefantina, en Egipto, así como en Mauritania:
“...provoca tan terribles visiones de serpientes amenazantes que este temor conduce al suicidio”.
A partir de estos datos algunos autores consideran que la iconografía de las serpientes en determinados contextos simboliza el enteógeno que induce la muerte del ego y su resurrección espiritual.
El loto egipcio.
Un caso especial es el que corresponde a la más representativa de las plantas nilóticas, el loto (Nymphaea lotus) que era considerada por los antiguos egipcios una planta sagrada que simbolizaba la inmortalidad y la resurrección. Durante mucho tiempo, primero los botánicos y luego los egiptólogos han ignorado sus propiedades farmacológicas, señaladas sin embargo en el Papiro Ebers, pero lo cierto es que contiene potentes alcaloides narcóticos, aphomorphina, nympherina, nuciferina, nupharidina y alfa-nupharidina, tanto en las flores como en los rizomas, que no son disolubles en agua sino en alcohol. Dioscórides (De mat. med., III, 142) habla de sus efectos narcóticos como inductor de sueños. Los alcaloides del loto pueden llegar a tener propiedades psicoactivas para inducir alucinaciones o un tipo de sueño muy vívido. Al parecer, la mayor concentración de alcaloides psicocativos se da en las yemas y en el rizoma de la planta y se ha reportado su carácter acumulativo, de tal manera que un uso continuado provocaría mayores efectos.
La asociación del vino y del loto es particularmente frecuente en Egipto durante el Imperio Nuevo. La iconografía nos muestra las jarras de vino rodeadas de sus flores. En ocasiones la flor de loto se halla suspendida encima del recipiente y otras veces se encuentra en el cuello de este. Otras veces las escenas de banquetes muestran como jóvenes sirvientas mezclan el contenido de pequeñas jarritas en recipientes para beber mucho más grandes. Como ha sido observado (Harer, 1985), esto podría ser un indicio de que los antiguos egipcios elaboraban un licor de propiedades narcóticas con los alcaloides del loto. Frecuentemente aparece asociada a la mandrágora y a la adormidera. Su presencia en diversos rituales de carácter extático, como ocurre tambien en el mundo maya, está bien documentada en las pinturas de las tumbas egipcias y en algunos escritos sagrados y mágicos, como el Papiro de Ani, más conocido como el "Libro de la Muerte" lo que refuerza la hipótesis de su utilización por sus propiedades psicoactivas (W. A. Embodem, "The Sacred Narcotic Lily of the Nile: Nymphaea caerulea", Ecomomic Botany, 32, 4, 1978, pp. 395-407; E. Bertol et al., "Nymphaea cults in ancient Egypt and the New World: a lesson in empirical pharmacology", Journal of the Royal Society of Medicine, 97, 2004, pp. 84.85).
En esta ocasión, ha sido el conocimiento farmacológico de las propiedades de la planta lo que ha permitido una lectura, en clave enteógenica (Emboden, 1981 y 1989), de algunas de sus manifestaciones iconográficas, que sin duda no resultaban ningún secreto para los antiguos egipcios. Pero en otros casos el proceso puede realizarse a la inversa.
Sellos de Ugarit: arbol de la vida y brebajes divinos.
En una colección de sellos procedentes de la antigua Ugarit, hoy en el Museo de Damasco, encontramos algunas representaciones inesperadas. Junto a motivos que se repiten con una cierta frecuencia, como es el Alrbol de la Vida, acompañado de genios, dioses y otras criaturas maravillosas, uno de estos sellos, del denominado "old syrian I style" presenta una escena en la que una divinidad, sentada en su trono bebe ante un altar coronado por un toro y en presencia de otro personaje, tal vez un sacerdote, que sostiene en su mano un recipiente del que parecen brotar círculos (¿tal vez planetas?) culminados por un creciente lunar invertido (C.F.A. Schafer-Forrer, Corpus I. Des Cylindres Sceaux de Ras Shamra -Ugarit et d' Enkomi-Alasia, Paris, 1983, fig. 15 ).
Toda la escena sugiere un ritual del que forma parte una bebida propia de los dioses, que por lo demás, es consumida a la manera del Próximo Oriente, como si de cerveza se tratara, mediante un largo tubo flexible que se introduce en el recipiente. Pero ¿es la cerveza la bebida adecuada para las divinidades?. Nada de eso leemos en los mitos ugaríticos y cananeos, tanto el ciclo de Baal como el de El, donde sin embargo se pondera una y otra vez el vino como bebida habitual de los dioses. Luego, si no es cerveza ¿de que otra bebida se trata?. Tal vez la respuesta esté en otra escena de un sello de la misma colección, donde un personaje sentado bebe de la misma forma mientras a sus espaldas se desarrolla una escena protagonizada por animales mitológicos. Delante de él otro personaje sostiene un estandarte y lo que parece un zurrón o una bolsa y toda la escena está presidida por un círculo solar, que pone de manifiesto su carácter sagrado.
Es la presencia de los animales mitológicos lo que me hace sospechar propiedades visionarias en la bebida que apura el personaje sentado. En esta ocasión, hemos recorrido un camino inverso. El análisis iconográfico nos permite sugerir la existencia de un brebaje enteógeno, si bien desconocemos todo acerca de su composición y principios activos.